martes, 16 de agosto de 2011

Sesenta y ocho

 Al final de cada día, elaborar conclusiones no es sencillo, porque hay de esos días que son superlativamente normales, otros que pueden ser interesantes y los quizá más regulares: esos que no definen un género entre la amplia gama de posibilidades. Dicho de otra manera, los días que no son ni buenos ni malos.
Hoy no fue un día de esos tan interesantes pero tampoco fue malo, ni mucho menos. Hoy compré mi primer sombrero, el colectivo pasó en el momento preciso de mi espera y por último, visité al tío Amancio en la "Casa de los Abuelos". En conclusión; no tengo demasiado como para calificar a las 24 horas que pasaron, por lo que continuaré con una pequeña reseña, quizás así, alguno de ustedes, mis lectores, puedan ayudarme a determinarlo.
Comencemos por la mañana. Momento del día que no causa demasiado entusiasmo en las idas y vueltas de mi vida. En el caso de hoy, lunes, me levanté a las 11 hs para ir a clases. Tomé los colectivos en tiempo y forma; y a las 4 de la tarde ya estaba totalmente desocupado. Por eso, debe ser sólo por eso, que mi voluntad se vio reforzada en la necesidad de visitar al tío Amancio; que por ese entonces -como todos los lunes- se encontraba en la "Casa de los Abuelos". En cierta manera, ese momento era el único en que podía hallar a Amancio en lo más profundo de sus cabales.
 Ya había pasado mucho tiempo desde que mi tío podía compartir una charla álgida o un debate candente sobre temas de política, economía o deportes -en equipo-. La aclaración última se debe a que Amancio era un fiel creyente y defensor de la idea de que la filosofía esencial del deporte se halla en la confraternidad que sólo puede generar el trabajo en equipo. A esta creencia la había impuesto en el club de hombres de la tercera edad, de manera que quienes asistían con frecuencia a las reuniones, en las que se observaban deportes y se comía con prisa, directamente apagaban el televisor al transmitirse un partido de tenis, una pelea de boxeo o cualquier arte marcial de moda.
 Recuerdo que tras alguna reunión anterior con mi tío Amancio había concluído que la perdida de un poco de cordura le había significado también una perdida ineludible de memoria -algo que caracterizaba y era menester para el hombre del Barrio San Vicente en Córdoba-; sin embargo, estas consecuencias del paso del tiempo y del deterioro mental y espiritual que sucede en la existencia de cada hombre, a mi entender, lo habían vuelto más dócil, amable y hasta más gracioso.
  En la tarde esa que rememoro, al lado de la puerta de entrada del club, en la que nos sentamos junto a otros hombres canosos y de sonrisa exagerada, recuerdo que nuestros primeros minutos a la vuelta de esa mesa fueron abrumadoramente normales, casi aburridos, hasta que decidí desparramar por el avejentado ambiente un dato que había leído en internet durante la mañana. "Vio tío que Boca va a jugar con General Paz por la copa esa", dije despacito, tal vez intimidado por la presencia de los otros viejos.
 Yo sabía que el tío tomaría la noticia con emoción y enarbolaría una serie de cuestiones actuales que se entremezclarían con algunas del pasado; y que todo esto desencadenaría en una charla interesante, en la que sin dudas diría lo que siempre: "Como olvidar ese equipo multicampeón de Junior en el 68' que formaba con Mastrangelo; Fernández, Finarolli, Luzuriaga Hugo y Luzuriaga Juan; Troski, Valum, Alzamendi, Cárdenas; Valerenga y Gottardi..¿Sería capaz de ganarle a cualquiera no?". Siempre lo decía con la rapidez propia de un sesudo conocedor de fútbol, mientras mi mirada cómplice lo guiaba hacia nuevas y más frescas palabras.
 Sin embargo, en este día lunes en que visité de vuelta el "Club de los Abuelos"; y se repitió la rutina tras la cual se desarrollaban emocionantes representaciones del pasado y del presente por parte de los abuelos; Amancio permanecía inquieto, miraba por la ventana unos segundos y volvía a mirar, como si algo se le hubiera perdido. Fueron muchos los minutos que tardé en lograr que el tío volviera en sí, y que se incorporara a la charla como uno más -aunque los abuelos y yo sabíamos muy bien que las buenas discusiones en gran medida correspondían al exasperante carácter de Amancio-. Para mi sorpresa, cuando estaba a la espera de la clásica formación del Junior -y preparaba asimismo una gran cara de fascinación para simular mis falsos recuerdos vívidos sobre el equipo-, Amancio se calló, miró a la ventana, retomó el visible nerviosismo y empezó la clásica nomenclatura: "Masss...tran...". "Gelo", le completé con fuerza. El tío asintió y siguió con los nombres. Para nuestra sorpresa Finarolli ya no era tal...ahora era Firmarolli; los hermanos Luzuriaga ahora se llamaban Uzuriaga Hugo y Uzuriaga Juan. Pero estos eran errores menores al lado de los demás, a los que les había cambiado descabellladamente los apellidos -Alzamendi era Altamira, Valum-Balón, Valerenga ahora era Valencia y a Gottardi lo había simplificado por un zetoso González-. El único que había permanecido intacto en la memoria mediata del tío era el bueno de Troski; que era, según él mismo, un hábil pateador, incansable delantero, humilde en la victoria y orgulloso en la derrota.
 En fin, con el ocaso del día asomando, puedo concluir, frente a este computador, que este fue un día no más lejano de la ordinariez que cualquier otro. En la mía, y en la cabeza de algún lector ensimismado en sus problemas cotidianos, tal vez no haya lugar para extraer alguna conclusión positiva de los tediosos días, sobrecargados por el trabajo, estudio y demases. Sin embargo, lo acontecido hoy me trae a la memoria a los ancianos desprotegidos del club, quienes comparten las visitas de cualquier extraño -probablemente para sentirse un poco menos solos-, y por ese lado voy a elegir situar mi experiencia cotidiana hacia el lado de la positividad. ¡Sii! Es más, ahora en mi carácter de benefactor de los pobres desprotegidos,de las almas tristes (?), debo admitir que una sonrisa rodea mi cara. Además, no puedo dejar de lado la gracia que me dió Amancio hoy, con su nombramiento desigual y desmemoriado. 
¡Menos mal que por lo menos se recuerda a sí mismo, Troski, en aquel multicampeón del 68!