viernes, 3 de junio de 2011

Del como esconder una verdad en 10 simples puntos


 El Ciego miraba sin mirar; yo me hacía el de buscar algún objeto en mi maletín; y Rubén, el menos disimulado, pegó un salto y cayó debajo de la mesa de al lado. Por su parte, del otro lado del local, Cardozo, al entrar por la puerta que da a la avenida Aconquija, en ningún momento había advertido nuestra presencia.
 Cuando Rubén pudo posicionarse bien, y así tener un cierto control de la situación,  desde lo bajo de la mesa nos chistó e hizo una serie de ademanes para indicarnos que debíamos retirarnos. Inmediatamente nos marchamos caminando con un paso apresurado por la avenida, para luego perdernos por una de las tantas callecitas sin nombre de Yerba Buena.
 Cardozo era un muchacho alto, de 1.90 más o menos, y el cabello lo había abandonado hacía ya mucho tiempo pese a que no tenía ni 40 años.
 - Está hecho mierda- dijo el ciego, entrecruzando las cejas, en referencia al hombre que había forzado nuestra huída del bar "Avenida". Y si, de hecho, la actividad política había hecho estragos en la vida de Gustavo Alfredo "Pichino" Cardozo. Yo lo conocía desde muy joven, y en algunos momentos chapeaba de eso, sin embargo, en lo más profundo de mi ser me disgustaba (hasta antes de este día) que en más de una ocasión Cardozo, al cruzármelo por la calle, no me hubiera reconocido como Julito, el incansable bromista de la primera promoción del colegio Alma Máter.
 -Y pensar que antes me quejaba de que no me reconocía el turro este, Dios mío- les dije al Ciego y a Rubén, antes de llegar a la placita del barrio Viajantes. Cuando llegamos a la plaza devenida en basural, nos detuvimos frente a la iglesia y cada uno siguió un rumbo distinto, como solíamos hacer cada miércoles luego de tomar un cafecito a eso de las 11. Aún percibía en mis amigos rasgos del temor que los acompañaba desde hacía más de diez cuadras. Yo estaba más tranquilo porque, claro, aunque había participado en una mínima medida, no había sido el artífice de la engorrosa operación política. Y Cardozo los tenía bien marcados a Rubén y al Ciego, les había prometido "que la iban a pasar muy poco bonito". Por este motivo, desde ese día 31 de agosto en que se concretó la operación, nos movíamos con cautela, estudiando cada posible movimiento nuestro y del inefable ex candidato por el Puertismo.
 Cardozo era un tipo respetado, por no decir temido; había sido legislador en 2 oportunidades y ahora estaba dispuesto a luchar por la intendencia en las elecciones generales del 1 de Septiembre. Nosotros, la prensa, no lo veíamos con buenos ojos y, al igual que sus rivales en las diferentes contiendas electorales que enfrentó, no comprendíamos la extraña relación que unía a Cardozo con el pueblo (en cada acto suyo, no menos de 10 mil personas lo vitoreaban y aplaudían a más no poder). Por la creciente hostilidad hacia su persona de parte de las diferentes publicaciones debe haber sido que el 12 de Agosto Cardozo pidió reunirse con los redactores más conocidos del diario local "Buen día", que eran en aquel momento el Ciego Diego Martínez y Rubén Motta. En la entrevista realizada en su oficina del Palacio Goya, a la que asistí por la amistad que me une a los muchachos, Cardozo puso nuestro conocimiento que necesitaba ganarse al periodismo para imponerse como Intendente, para lo cual, había pensado comprar una gran publicidad en el "Buen día" y sería tarea de los periodistas transcribir un decálogo de propuestas, que en ese acto le entregó al Ciego junto al dinero,  que serían publicadas en la edición del sábado 31 de agosto.  -Con esto me juego gran parte del éxito- expresó el candidato, con un tono siniestro.
 Si bien los muchachos quedaron en cumplir con lo planeado por Cardozo, en los minutos que continuaron a la reunión iniciaron con una consecución de dudas e interrogantes, que acabaron con mi paciencia, por lo que terminé puteándolos airadamente. Era evidente que el temor ante la enorme figura y el poder de Cardozo había terminado por destruir el profundo blindaje ético de mis compañeros. Por aquel entonces yo no era Secretario de Redacción, sino un simple reportero de la devaluada sección espectáculos, por lo que no tuve voz ni voto en las posteriores reuniones de los popes editoriales, en las que se decidió la inclusión de las 10 fantásticas propuestas del candidato en cuestión.
  La semana previa a los comicios fluía con total normalidad; Cardozo realizaba actos a lo largo de la localidad y convocaba a miles de personas, mientras que su opositor, el "eterno" intendente Hidalgo (re-electo en 2 oportunidades) no daba mayor entidad a las elecciones dado que, para él, lo de las votaciones era un simple acto burocrático al que la gente asistía por obligación.
 Antes de que llegue el día sábado, y a esto lo digo con total sinceridad, hablé 2 o 3 veces con el Ciego y Rubén y los había encontrado en normalidad con sus acciones. Lo único que recuerdo y que podría relacionarse con lo que aconteció aquel sábado es que los muchachos me habían prometido una sorpresita, aunque bien puede tiene relación con la cercanía de mi cumpleaños, no lo sé.
 Lo cierto es que el día sábado recibí en mi casa, como siempre, el diario "Buen día" en su edición más completa y difundida. La sorpresa fue inmediata. El dinero que había destinado Cardozo al "Buen día" para difundir su maravilloso decálogo alcanzó para editar un suplemento a todo color de 12 páginas, en cuya tapa figuraba junto a la figura sombría de Cardozo el título: "Decisiones del 98'". El contenido del suplemento estaba estructurado de la siguiente manera: las primeras 2 páginas estaban dedicadas a enumerar las necesidades de algunos entrevistados, que de alguna manera hacían alusión a la realidad social de la localidad, y las subsiguientes 10 páginas, debajo de un cintillo que decía "diez propuestas, un intendente", se encontraba, efectivamente un decálogo atribuído a Cardozo, sin embargo, no era de ninguna manera lo que el candidato por el Puertismo había encomendado al Ciego y a Rubén. Las propuestas habían sido reemplazadas por las 10 propuestas de ley que había impulsado Cardozo desde su incorporación al máximo organo legislativo. Figuraban en aquel suplemento, entre otras, la ley que prohibía a las madres nombrar como quisiesen a sus hijos (incluso Cardozo había elaborado, personalmente, un listado con los nombres que a él le resultaban "normales"); la ley que privaba a los hombres a subir a taxis con bermudas (en la misma exigía a los taxistas a vestir con una formalidad excluyente); la ley que implementaba una multa de 10.000 pesos o la pena de 2 años de cárcel efectiva al hombre o mujer que fuera encontrado orinando en público;  la ley que impulsaba la prohibición de las bicicletas en las avenidas; la que promovía la creación de un servicio militar local; y la que prohibía a los hombres de localidades vecinas casarse con mujeres de Yerba Buena.
 El extenso artículo que nucleaba al decálogo de las propuestas más estúpidas alguna vez elaboradas por un hombre de política finalizaba con las firmas, en negrita y subrayadas, del Ciego Martínez y Rubén Motta.
 El pueblo no tardó en hacerse eco del asunto y se inició así la debacle de la carrera política de Cardozo.
 La valentía de los muchachos me llevó a pautar el encuentro en el café "Avenida" para el día después de las elecciones. Allí confluímos los tres en el horario estipulado (las 9 hs.), hablamos unos minutos sobre la re-re-re- elección de Hidalgo y luego aconteció lo narrado en el primer párrafo. Hablamos poco de aquel "suple-desestabilizador", como lo llamaría en sus siguientes apariciones públicas Cardozo.
 Supe mucho después que el dinero recibido por mis amigos y entregado al diario posteriormente fue despachado en su totalidad en la oficina de Cardozo y que el día en que este irrumpió en el "Avenida" fue para comprar el diario "El pregonero".